domingo, 31 de agosto de 2014

LA GRAN BELLEZA (2013)



         Pocas películas hay que te hagan gozar del cine como lo hace ésta. La historia de un hombre que lleva treinta años sin escribir porque no encuentra la gran belleza.
         Comienza cuando celebra su 65º cumpleaños, una fiesta de absoluto desmadre en su ático con vistas al Coliseo Romano y a un anuncio de Martini. Si alguien pidiera que le hiciera un resumen de la historia, las peripecias, etc., sería realmente difícil porque apenas hay. Son secuencias del transcurso de su vida, con algunos flashback a su juventud. Así, sabremos que sólo ha estado enamorado de una mujer; que es periodista, inteligente, que no se deja engañar por los falsos artistas, vendedores de humo, pretenciosos y vacíos; que lleva una vida frívola, codeándose con los romanos ricos y frívolos; que es sincero consigo mismo, y por ello nos dirá que es cínico, con una vida fracasada, como la de todos sus amigos; que a pesar de ello, sus reflexiones en voz alta nos muestran a un ser humano mucho más profundo de cómo aparece ante los demás; que el marido de la mujer a la que amó, se presenta un día para decirle que ella ha muerto y que él, Jep Gambardella, es el único hombre a quien ella en realidad amó; que parece que ha encontrado a una mujer adulta, interesante, con la que tal vez pueda haber algo interesante; que esta mujer fallece de cáncer; que un amigo intenta escribir algo importante, pero es un mediocre y acaba por volver al pueblo, con su familia porque Roma es una ciudad muerta; que un amigo hace desaparecer ante sus narices a una jirafa pero, como el amigo le explica, es sólo un truco; que comprende que la vida es sólo un truco, un engaño para distraernos de la muerte; que tanto las fiestas y la frivolidad como la vida religiosa, cuasi mística, forman parte de ese truco; que, cuando comprende esto, es cuando se decide a escribir la novela, porque sí, porque hay que seguir.
         Y mientras, se nos muestra Roma, la ciudad eterna, con música realmente maravillosa, clásica casi siempre. La belleza de las imágenes, la puesta en escena por parte del director, Sorrentino, realmente perfecta, hermosa. Eso es todo, no hay mucho más. Poco después de cumplir los 65, tiene una pequeña fiesta, un encuentro en su casa con unos amigos. Entre los invitados hay una mujer muy bella. Él la acompaña a su casa, hacen el amor pero, cuando ella le va a mostrar la gran cantidad de fotos que se hace y que cuelga en Fb, él desaparece. Acaba de descubrir que no tiene edad para perder el tiempo con tonterías (en este caso, con mujeres que a pesar de la edad siguen comportándose como adolescentes). Otro episodio interesante sucede en el momento de la muerte de la mujer de la que parece que está a punto de enamorarse: toda la escena transcurre a cámara lenta, con música mezcla de country y folck, él está en un bar, acaba de comprar tabaco, se dirige al baño, en el camino una mujer mayor sentada junto a la puerta del WC le coge la mano, como si quisiera leérsela, él se da la vuelta, ya no quiere entrar a hacer pis, y mientras se aleja, escuchamos a la vieja decirle “¿y quién va a cuidar de ti ahora?”, y la cámara nos muestra un primer plano de su rostro, asustado, sorprendido, como si la vejez lo acabara de visitar y lo hubiera llevado al borde del abismo. En realidad, todas las escenas, todas las secuencias, forman parte de una única reflexión, la de cómo vivimos hasta que nos llega la muerte. Vivimos engañándonos a nosotros mismos. La película acaba con la última reflexión de Jep mientras recuerda (y nosotros vemos) el momento y el lugar en el que perdió la virginidad con la mujer a la que amaba.

         “Siempre se termina así, con la muerte. Pero, primero, ha habido una vida escondida bajo el ‘bla, bla, bla, bla, bla’. Todo está resguardado bajo la frivolidad y el ruido, el silencio y el sentimiento, la emoción y el miedo, los demacrados e inconstantes destellos de belleza; la decadencia, la desgracia y el hombre miserable. Todo sepultado bajo el manto de la vergüenza de estar en el mundo, bla, bla, bla. En otros lugares hay otras cosas. A mí no me importan los otros lugares. Así pues, que empiece la novela. En el fondo, es sólo un truco. Sí, sólo es un truco.”

miércoles, 13 de agosto de 2014

NEWSROOM. (2014)




         Esta serie de televisión o te gusta mucho o te parecerá horrorosa. El creador Aaron Sorkin acostumbra a contar historias en las que todo, o casi todo, son diálogos. Apenas hay acción. Todo parece teatro filmado. Y habitualmente las historias se plantean entre demócratas muy buenas personas y republicanos realmente perversos (el ejemplo más evidente de esto fue su famosísima El ala Oeste de la Casa Blanca). Incluso, como sucede en Newsroom, cuando el protagonista es un republicano, es el republicano bueno frente a todos los otros republicanos, los del Tea Party, que son perversos.
         La segunda temporada transcurre durante la campaña electoral de los candidatos republicanos, pero los últimos capítulos, mediante una elipsis, se centran en la noche de las elecciones generales, con la victoria de Obama. La trama principal está relacionada con una supuesta primicia periodística (el supuesto uso, por parte de las Fuerzas de Estados Unidos, contra afganos de armas químicas prohibidas) y las consecuencias profesionales de todo ello para los protagonistas –en realidad, al final no pasa nada. Todos son estupendos y gente noble, con principios y tal.
         Mientras todo esto pasa, asistimos a las relaciones personales de los personajes. Todos tienen amores y desamores. En realidad, la mayor parte de la temporada está dedicada a esta cuestión. Es como si toda la fuerza crítica que hay en la primera temporada se hubiera desleído en medio de los sentimientos más puros. Es posible que, debido a ello, muchos se hayan sentido decepcionados. Es posible. Sin embargo, si te gustan los diálogos de Sorkin disfrutarás, y mucho. Y es que lo mejor de este guionista, que ya triunfó como tal en la famosa serie El ala oeste de la Casa Blanca, son sin ninguna duda, sus diálogos. Son rápidos, inteligentes, llenos de sobreentendidos, ingeniosos, con dobles sentidos. En fin, son brillantes.
         De la primera temporada muchos se quejaron de que no hubiera consultado con nadie la escritura de los guiones. Sabemos que grabó todos los capítulos antes de que el primero se emitiera por televisión, y que apenas dejaba ver a nadie la grabación, y todo el equipo había firmado un contrato de confidencialidad, con ello se evitaba tener que sufrir las críticas y los consejos de los que saben de cine y televisión. Posteriormente, afirmó que no quería verse influido por nadie. Si triunfaba, triunfaba él; si fracasaba, fracasaba él. El resultado fue desigual, a mi parecer. Por un lado, había un personaje muy bien trabajado, el presentador de televisión Will McAvoy (Jeff Daniels), junto a otro personaje, relativamente bien trabajado, la productora de las noticias, Mackenzie McHale (Emily Mortiner). El resto eran personajes en los que se había desarrollado un rasgo, y nada más. Al principio, todo era maravilloso puesto que todos estaban mostrándonos ese rasgo, en medio de diálogos inteligentes, ingeniosos, rápidos, brillantes sin ser pedantes. En fin, muy bien. Pero, a medida que la serie transcurría, que los hechos se sucedían unos a otros y que nos acercábamos al desenlace final, los capítulos se volvían algo repetitivos. Incluso los dos personajes mejor perfilados parecían algo acartonados, como si les faltara aceite en las articulaciones. Daba la sensación de que con siete capítulos hubiera sido suficiente.    
         El caso es que la serie fue un éxito (a mí me gustó mucho, a pesar del enorme tufillo político que despedía), y a muchos les entraron verdaderos deseos de convertirse en periodistas —yo estoy entre ellos.
         Ahora ha salido la segunda temporada. Y tenemos más de lo mismo. Si te gustó la primera, te gustará la segunda, aunque un poco menos, o tal vez un poco más. Parece que Aaron Sorkin ha escuchado a la gente que, se supone, sabe de cine y televisión. El resultado es una segunda temporada algo más mediocre en comparación con la 1ª, pero no inferior a la mayoría de las series que uno puede ver en la tele. Sigue habiendo crítica política, pero mucho menos –al fin y al cabo, ya quedó claro en la 1ª quiénes son los buenos y quiénes los malos–; se incide en los mismos aspectos, a saber: los republicanos han sido conquistados por una banda de locos fanáticos que están destruyendo el partido y, por extensión, el país. Sobre Obama, al igual que en la primera temporada, no hay ni una sola mala palabra. Esto me ha resultado algo extraño. La serie se desarrolla durante los meses que dura la campaña electoral de los precandidatos republicanos; luego, hay un salto a la noche electoral para asistir a la 2ª victoria de Obama. Durante todo ese tiempo, 2011-2012, se nos muestra una imagen del Presidente como la de un verdadero salvador. Digo que es extraño, dado que en estos momentos Obama es visto como el peor presidente de Estados Unidos desde la 2ª Guerra Mundial, peor incluso que Bush hijo. El tono ingenuo hacia la Casa Blanca chirría bastante. En cualquier caso, la trama política es mínima (cuando en la primera temporada ocupaba el centro de la serie). Lo importante ahora son tanto la supuesta primicia periodística como las relaciones humanas, sobre todo de amor, entre los diferentes personajes. Se pone mucho énfasis en la relación profesional y de amor de la pareja protagonista. Hay otra historia paralela, la de la chica rubia [NOMBRE]: tiene una experiencia traumática en África que la dejará en estado de shock emocional durante algunos capítulos. Luego hay una elipsis, y nos situamos en la noche electoral. Todos los problemas que durante varios capítulos habían formado el cogollo de la serie han desaparecido. El mundo es maravilloso, y todas las parejas son felices, y los que no tienen pareja son también felices porque han encontrado el equilibrio emocional, y Barack Obama gana de nuevo las elecciones. Todo esto es bastante mediocre y cursi, pero si has llegado hasta los capítulos finales, te dará igual lo que Sorkin haga con tu coeficiente intelectual. Simplemente, te emocionarás como lo haría una ama de casa viendo el final de un culebrón de sobremesa.
         En fin, si te gusta Aaron Sorkin, te gustará la serie; y si no, no pierdas el tiempo. El caso es que al acabar de ver la 2ª temporada me volvieron a entrar ganas de hacerme periodista. Es un trabajo que mola.