sábado, 12 de julio de 2014

OMAR. (2013)


        

         Lo primero que se debe decir es que esta película es buenísima. La historia es muy sencilla. Un palestino, Omar, aspirante a terrorista y panadero, está enamorado de la hermana de su amigo. Ella vive al otro lado del muro de Cisjordania, por lo que frecuentemente debe cruzarlo, no sólo para ver a la chica, sino también para reunirse con sus amigos, con los cuales está creando un comando para atacar a los judíos. Debido al maltrato que sufre por parte de un soldado israelí, deciden, él y sus amigos, actuar y matar a un soldado. Este hecho será el comienzo de todas las desgracias de Omar. Capturado por el ejército israelí, torturado, amenazado, sale libre porque ha acordado con el responsable que entregará a su amigo, el líder del grupo y hermano de su novia. No lo hace, por supuesto, pero todos saben que en el grupo hay un traidor, sin embargo. Poco a poco, la situación se va complicando: en cuanto a su novia, las cosas no están nada claras; la idea de que Omar es el traidor se empieza a extender, y ella duda. En cuanto a sus amigos, sospecha de quién es el traidor, pero no sabe hasta qué punto. El protagonista quiere hacerlo todo bien, y sin hacer ruido: casarse con su novia, salvar a sus amigos, acabar con los judíos. Pero nada funciona. Al final, el verdadero enemigo está junto a él. Y por mucho que confíe en su gente, acabará viéndose solo.
         La historia transcurre a lo largo de varios años. Y el espectador va sabiendo lo que pasa a medida que lo va conociendo el propio Omar. Es decir, sabemos lo mismo que él, y vemos lo que hace. Pero, no sabemos nunca lo que piensa. Esta manera de hacer avanzar la trama le da un aire de verosimilitud, de incertidumbre, de tensión a la historia que, unidos al ritmo narrativo, en el que mezcla los momentos vertiginosos huyendo de la policía/militares, con las escenas íntimas, relajadas y pausadas con su novia, hacen de ésta un película redonda. Todo esta puesto en su lugar para que aparezca en el momento adecuado.
        Probablemente, una de las mejores cosas de esta historia es que Hany Abu-Assad, director también de la magnífica Paradise now, le da un ritmo trepidante, como ya he dicho, sobre todo durante las persecuciones por las callejuelas palestinas. Estas escenas recuerdan mucho a películas como In the name of the father, incluso la idea/concepto de que el otro (el inglés en aquella; el judío, en esta) es nada son muy similares en ambas películas. Algo maniqueo, sin duda. Otra cosa muy buena es el tratamiento no tanto de drama como sí el de thriller. No sabemos qué decidirá el protagonista, Omar, ni  cómo continuará la película. Además, tenemos las interpretaciones de los actores y la actriz. Son todos muy buenos. De ahí que el abundante uso de la cámara en primer plano no resulte agobiante; antes al contrario, nos da una muestra muy eficaz de sus emociones. Genial.
         Hay dos aspectos que me interesan mucho. Uno es el muro de Cisjordania. En un primer momento es el objeto que, por un lado separa la vida de Omar: su casa, a un lado; su novia y sus amigos, al otro. Pero, además, el muro le sirve para mantener su vida a salvo. Ser capaz de ascender por él le garantiza la supervivencia. Es, por último, el símbolo de su fortaleza y del control de la situación. Es, así, un muro en sentido estricto, pero también una barrera protectora. Por eso, es importante comprender su lloro cuando no pueda ascender por él para sentirse seguro: es el comienzo del fin de su fuerza y del control de la situación.
         La segunda cuestión está relacionada con la idea de la libertad de elegir. En la película Ciudad de Dios, el personaje protagonista, a pesar de vivir en una favela, de tener a todos sus amigos ahí, formando parte de una de las bandas que controlan las drogas, y de que todos lo quieren; a pesar de que las circunstancias de su vida han sido muy duras, elige salir de la favela y hacerse fotógrafo. Es una decisión personal que sirve de ejemplo para mostrar que las circunstancias sociales influyen pero no justifican, en última instancia, nuestras decisiones. Somos responsables de lo que hacemos. Esto es evidente. Sin embargo, tal vez debido a la influencia del Islam, o tal vez no, en Omar, la resolución del conflicto es un tanto extraña. No paga el traidor por todo el daño causado, sino el militar judío que “obligó” al traidor a hacer lo que hizo. La idea que subyace es que las circunstancias son las que nos obligan a ser lo que somos, a actuar como actuamos. Por eso, el odio contra los judíos no nace del corazón de los musulmanes, sino que es causado por los propios judíos. En contraste con esta actitud, está la de Omar, que también fue coaccionado, y de qué forma, a que traicionara a sus compañeros. Pero, él prefirió sufrir antes que aceptar las propuestas de los judíos.
         En general, creo que la película merece mucho la pena. Es muy entretenida, te deja pegado a la butaca, emociona y no dejan de sorprenderte los constantes giros de guión. Muy buena.
         

         

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